Fatiga pandémica: ¿en qué consiste? La fatiga pandémica se concebía hasta la fecha como “una desmotivación para seguir las conductas recomendadas”, refiriéndose con ello al desapego hacia cualquier tipo de información para controlar la pandemia. Pero la OMS ha redefinido el concepto de fatiga pandémica como “una reacción de agotamiento, que aparece de forma gradual en el tiempo, frente a una adversidad mantenida y no resuelta, que puede conducir a la alienación y a la desesperanza”.
La COVID-19 ha visibilizado y puesto sobre la mesa algo que varios colectivos llevan reclamando durante años: la importancia de la salud mental. Con la pandemia han aumentado cuadros clínicos como la ansiedad y la depresión. Las situaciones derivadas de dos años de pandemia, marcados por el miedo, la incertidumbre, la muerte, el no poder despedir a familiares, la falta de contacto social y las consecuencias económicas han impactado gravemente en nuestro bienestar emocional.
Un estudio del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM) señala que, durante el confinamiento, un 65% de la población española manifestó síntomas de ansiedad y cuadros depresivos. La encuesta realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de 2021 refleja que un 41,9% de las personas encuestadas ha tenido problemas de sueño, un 51,9% ha reconocido sentirse cansado o con pocas energías y el 23,4% ha sentido mucho o bastante miedo a morir debido a la COVID-19. Save the Children pone también sobre la mesa esta realidad: la pandemia ha triplicado el número de trastornos mentales entre niños, niñas y adolescentes.
El aumento de trastornos mentales también ha traído consigo un cambio en la forma en que la sociedad se relaciona con la salud mental. En los últimos meses, decenas de figuras públicas han hablado abiertamente de sus problemas psicológicos, entre ellas caras tan conocidas como el periodista Ángel Martín, que ha visibilizado con naturalidad el brote psicótico que sufrió en 2017.
Algo ha cambiado en nuestra conversación sobre el bienestar psicológico, pero todavía queda mucho camino por delante. Tras la pandemia, mientras intentamos volver a recorrer el sendero de “la normalidad”, es probable que sintamos que algunas cosas… han cambiado. A continuación te proponemos estos 5 consejos para enfrentarte a esos cambios y procurar mantener estable tu salud mental:
1. Teletrabajar no significa estar 24 horas pendiente del móvil
Es importante separar tu vida laboral de la personal. El auge del teletrabajo y la precariedad han pulverizado el límite entre la profesión y la identidad. No somos nuestro trabajo y, por eso, es importante volver a dibujar dicho límite respetando, por ejemplo, el horario laboral tanto de forma presencial como virtual. Si bien muchos trabajadores salen a su hora, no dejan de estar pendientes del móvil el resto del día para verificar si les llega un mail o si ha quedado alguna tarea pendiente. Este hábito provoca un aumento del estrés laboral y una alta probabilidad de sufrir burnout. Poner el móvil en modo ‘no molestar’ ayudará a descubrir que nada es tan urgente como para perder tiempo de ocio, familia o autocuidado.
Si teletrabajas, pon el móvil en modo ‘no molestar’ cuando estés fuera de tu horario laboral.
2. Mantente informado de la actualidad, pero priorizando el disfrute de tu tiempo libre
La pandemia ha impulsado la necesidad de estar más pendientes que nunca a las noticias que nos llegan desde los medios de comunicación: novedades que se producen en el mundo con respecto a las nuevas variantes del COVID, la administración de vacunas y sus posibles efectos adversos, las hospitalizaciones que colapsan los sistemas sanitarios, etc. Durante la pandemia hemos experimentado un bombardeo constante de información (información que no se traduce precisamente en “buenas noticias”), lo cual ha dado paso a sumergirnos en una vorágine de pensamientos negativos. Está bien mantenerse informado, pero no dediques todo tu tiempo a permanecer pegado al telediario. Dosifica tu tiempo libre y dedica la mayor parte a invertirlo en actividades de ocio y disfrute, para permitir que tu mente se libere de la negatividad que le ha rodeado durante los últimos meses.
Unos minutos al día son suficientes para mantenerse informado de la actualidad, dedica el resto del tiempo a disfrutarlo.
3. Rodéate de buenas compañías, reduciendo los planes que haces por compromiso
Durante la pandemia ha primado la distancia social y el aislamiento. Ahora que parece que las aguas vuelven a su cauce, ahora que podemos volver a abrazar a nuestros amigos y familiares, vuelven también esos compromisos (laborales, familiares, sociales…) que aceptamos a lo largo de la semana y que nos impiden descansar. Aunque no pueden eliminarse por completo, sí que es posible reducirlos en cantidad y duración. No tienes que asistir a todos los planes que te proponen si no te apetece, y tampoco necesitas excusas. Quedarte en casa descansando o pasar tiempo con otra persona son motivos válidos para rechazar un compromiso. Necesitamos poner límites, decir ‘no’ sin sentirnos culpables, apostar por estar solos aún cuando otras personas desean nuestra compañía, no responsabilizarnos de problemas ajenos y decidir qué hacer con nuestro cuerpo, tiempo y propiedad.
Reduce los planes que haces por compromiso, la decisión sobre qué hacer con tu tiempo libre es solo tuya
4. Cuidado con las redes sociales: evita las comparaciones
El distanciamiento social nos ha conectado a las redes sociales más que nunca. Las redes sociales son esas plataformas en las que encontraremos personas que a través de sus fotografías querrán demostrarnos sus trabajos enriquecedores y bien pagados, su preciosa casa en el centro, una vida conyugal idílica, familias sin dinámicas tóxicas y un grupo de amigos que parece sacado de Friends. Difícilmente encontraremos miserias. Eso provoca que inconscientemente nos comparemos con el resto y encontremos nuestra vida aburrida, carente de emociones. Al compararnos, es normal sentirnos frustrados o inseguros, pero debemos ser realistas. Y es que en las redes sociales, como ya sabéis, no es oro todo lo que reluce.
Esa persona que ves en las fotos, quizá ha tenido que ir al psicólogo para aprender a poner límites con su familia o ha vivido varias relaciones de pareja tóxicas hasta conocer a la actual. Puede que haya pasado meses en paro o saltando de trabajo precario en trabajo precario, o quizá ese piso perfecto es de un familiar y por eso se lo puede permitir. No solo desconocemos las condiciones vitales de los demás, sino el trabajo psicológico que han tenido que hacer para llegar hasta ellas. Por eso en vez de compararte, reflexiona sobre cuáles son tus objetivos y los pasos para lograrlos.
Evita comparaciones en redes sociales: reflexiona sobre tus propios objetivos y los pasos para lograrlos.
5. No pretendas mantenerlo todo bajo control: identifica y deja fluir
Sería interesante finalizar nuestra lista de consejos comentando el aprendizaje que podemos extraer de todo lo ocurrido en estos últimos años. La pandemia ha sido un imprevisto en el camino, un cambio de planes de última hora. Si algo hemos aprendido de ello es que no siempre podemos ejercer el control sobre todas y cada una de las facetas de nuestra vida, debemos aprender a fluir y adaptarnos a los cambios. Lo mismo ocurre a veces con nuestras emociones negativas: cuanto más intentamos mantener el control sobre ellas, cuanto más luchamos contra esas emociones desagradables, más persistentes e incapacitantes se vuelven.
¿Cómo resolverlo? Practicando la aceptación experiencial. En primer lugar, identifica lo que sientes. ¿Es enfado o una mezcla de orgullo, frustración y tristeza? Poner nombre a las emociones hará que te entiendas mejor. En segundo lugar, no juzgues lo que sientes ni lo etiquetes como bueno o malo: las emociones están ahí por un motivo, ten paciencia y deja que pasen sin oponer resistencia. Por último, exprésate. Habla de tus emociones y normalízalas.