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10 tips para dejar de pensar y empezar a vivir

¿Sientes que piensas demasiado? ¿Entras en bucle una y otra vez? ¿Llevas tiempo dándole vueltas a algo que te preocupa sin llegar a ninguna conclusión? ¿Te ves incapaz de disfrutar de la vida por culpa de esos pensamientos que invaden tu mente?

Si es así, pensar se ha convertido en un proceso tan intenso que te está haciendo sufrir. Tus pensamientos se han adueñado de tu mente y te sientes enredado en una telaraña que no te deja avanzar. Tu mente está en continuo movimiento, te sientes exhausto, pero cuando conectas con la realidad te das cuenta de que sigues exactamente en el mismo lugar que antes.

A veces, nos olvidamos de vivir la vida por el hecho de pasarla reflexionando sobre ella.

¿Cómo dejar de pensar?

No es tan fácil como parece, ya que, como decía Epicteto:

Pensar en no pensar ya es pensar.

Así que, el primer paso para dejar de pensar, si bien puede sonar paradójico, es el siguiente: Permítete pensar. Sí, permítete pensar, pero desde un foco diferente al que acostumbras y en unos plazos de tiempo concretos:

1. Plantéate la posibilidad de estar equivocada

Puede que estés basando tus pensamientos sobre una idea o lógica equivocada. Tal vez, tu cadena de pensamientos no te permite llegar a una solución, simplemente porque la idea que subyace de fondo es incorrecta. ¿Es posible que estés intentando dar respuestas a una pregunta equivocada? Permítete reflexionar sobre ello por un momento.

2. Dedica un rato estipulado a pensar

Un buen ejercicio para dominar el pensamiento desbocado es establecer un horario fijo para preocuparse y pensar. Este puede ser un buen momento no solo para pensar, sino también para elaborar un plan de actuación al respecto (ya lo llevarás a cabo más adelante). Como vas a dedicar un tiempo concreto para pensar, dispondrás del tiempo restante para poder llevar a cabo lo que te propongas.

Ya has pensado lo suficiente, ¿no crees? Ahora permítete liberarte de los pensamientos innecesarios.

3. Dedica un tiempo diario para retornar a lo sensorial

Tan importante es dedicar unos momentos diarios a pensar, como dedicarlos también a no pensar en nada: sentir el cuerpo, saborear un plato, escuchar una canción, oler una flor, bailar, pasear, percibir el viento, etc. Este ejercicio suele dar resultado tras un corto tiempo de práctica. Conecta con la realidad y experiméntala, sin necesidad de reflexionar sobre ella.

Retorna a lo sensorial: sentir la brisa, oler el mar, escuchar cómo rompen las olas…

4. Deja volar tu creatividad

Un intento habitual para evitar pensar demasiado suele ser  exigirse bloquear el torrente de pensamientos, lo que produce cansancio, sobre todo si no se consigue.

Así que no te esfuerces en bloquear esos pensamientos; en lugar de eso, aprende a liberarlos: dibuja, pinta, escribe, etc. No busques la finalidad estética, ya que no se trata de hacer un dibujo bonito o un relato que a alguien le gustaría leer. Se trata de plasmar lo que está en tu interior.

5. Descubre la meditación o el mindfulness

Cuando se practican técnicas meditativas la percepción se hace más viva al tiempo que se aprende a relativizar los propios pensamientos. confiar más en la intuición. Hay estudios que demuestran que es posible tomar decisiones correctas en un lapso de tiempo de solo 3 segundos; sin embargo, fallamos mucho más cuando nos damos un tiempo amplio para razonar.

6. Practica una actividad física

Hacer ejercicio en cualquiera de sus formas contribuye a modificar la bioquímica cerebral. Puede mejorar el efecto de ciertos fármacos que se usan para la depresión o incluso sustituirlos en algunos casos.

Si sientes que el deporte no es lo tuyo, caminar a paso ligero puede ser una buena opción

Como ves, una vez que te permites pensar y que te permites también liberar algunos pensamientos de la mente, es el momento de pasar a la acción.

7. Establece un plan de actuación y empieza a dar los primeros pasos

Dedica un tiempo para pensar sobre ello y planificarlo (tal y como hemos mencionado en el segundo punto), pero no te atasques en la elaboración del plan, porque lo importante es realizar los primeros movimientos. Para evitar lo que podría llamarse “la parálisis del análisis” es preciso tomar decisiones y empezar a llevarlas a cabo.

Atrévete a dar el primer paso, el siguiente paso llegará por inercia

8. Acepta que la perfección no existe

Hacer algo incluso sabiendo que no nos irá bien del todo puede ser mejor que quedarse en casa pensando. No seas tan exigente contigo mismo, aprende a percibir los “errores” como oportunidad de aprendizaje y no como fracaso. Piensa en este ejemplo: si las ruedas del coche caen en un socavón, una buena táctica suele ser ir suavemente adelante y atrás hasta que el vehículo se impulse lo bastante para salir del atasco. De modo paralelo, permitirse la posibilidad de que en nuestro plan haya que ir adelante y atrás nos alivia frente a la «obligación» de acertar a la primera.

9. Aprende a fluir haciendo hueco a tu intuición

La vida, decía Osho, no es un problema para resolver sino un misterio para descubrir. Un plan de actuación, como hemos visto en el punto anterior, puede resultar de gran utilidad en algunos casos, pero en función de la situación, tal vez simplemente necesites aprender a fluir. Por mucho que pretendamos ejercer control sobre todo lo que ocurre a nuestro alrededor, siempre aparecerán circunstancias imprevistas e inevitables que no estaban “dentro del plan”, y tendrás que lidiar con ellas. Fluir sin pensar demasiado también es una manera de avanzar. Confía en tu intuición: sabes más de lo que crees que sabes. Déjame contarte una historia: un día, una hormiga le preguntó a un ciempiés cómo era capaz de desplazarse de esa manera elegante combinando tantos movimientos al mismo tiempo. El ciempiés, que nunca había reflexionado sobre ello, se paró a pensar e intentó explicárselo. Ese día el ciempiés se olvidó de cómo caminar.

Por último, es el momento de poner los consejos en práctica. Ahora bien, ¿lo has intentado todo pero sientes que no funciona?

10. Consulta con un profesional

Reconocer la debilidad suele ser un signo de verdadera fortaleza y un requisito para la curación. Una persona experta puede ayudar a trazar planes verdaderamente realistas y a avanzar por el camino de la acción.