La resiliencia es un término que engloba los conceptos de superación, resistencia, adaptación, fortaleza, transformación y, en definitiva, salud mental y bienestar.
La persona resiliente, partiendo de un acontecimiento negativo de su vida, busca la salida y con ello las experiencias que le permiten desarrollar el potencial interior. No se trata solo de resistir, sino que añade la capacidad de ser flexible y adaptarse a las circunstancias de una forma positiva para proyectarse en el futuro y seguir adelante sin renunciar a sus objetivos.
Por tanto, la resiliencia es un proceso de adaptación positiva ante sucesos traumáticos o adversos y tiene dos componentes:
- La resistencia ante la adversidad con un enfoque positivo, que soporta el estrés como motor de crecimiento y
- La capacidad de superarse, de transformar esa adversidad en oportunidad de desarrollo, logrando salir de la situación fortalecido.
Se ha comprobado que el daño provocado por no aceptar el suceso traumático es mayor que la propia causa, ya que victimiza a la persona y la bloquea impidiendo su trayectoria vital.
Pensar que podemos, desarrolla nuestra capacidad. Pensar que no podemos, nos pone un freno a cualquier probabilidad de éxito. La resiliencia es la capacidad que todos tenemos o podemos desarrollar para afrontar las dificultades vitales de forma constructiva, logrando los recursos creativos para seguir siendo productivos a pesar de sufrir un proceso traumático.
La buena noticia es que todos tenemos esa capacidad interior, aunque no todos la hayamos desarrollado con la misma eficacia. Y se puede aprender.
Ahí van las 5 claves:
Aprende de los retos que la vida te presenta
Las nuevas situaciones que se nos van presentado en la vida personal, familiar, laboral o social, son retos que nos dan la oportunidad de desarrollar habilidades, aprender comportamientos y cambiar hábitos. Da igual la intensidad y las circunstancias, siempre se puede aprender de los nuevos escenarios.
Hay aprendizajes que podemos incorporar con relativa facilidad porque no nos obliga a modificar los principios vitales por los que se rige nuestra vida (valores, creencias…). Hay otro tipo de aprendizajes que supone hacer cambios más profundos y puede suponer cambiar valores o creencias.
Desarrolla tu propio autoconocimiento
Para no quedarte “bloqueado/a” en los retos que te presenta la vida, es importante que adquieras un compromiso con tu propio desarrollo personal, con tu autoconocimiento.
El proceso de autoconocimiento es como un iceberg, tiene una zona emergida (visible) y otra sumergida (invisible).
La zona visible es la zona conocida para ti y donde se desarrollan los aprendizajes que no te cuestan mucho incorporarlos a tu existencia.
La zona sumergida es la zona que debes explorar de ti. Los aprendizajes que tocan la zona sumergida son los más difíciles de incorporar porque estamos tocando la viga maestra de nuestra propia personalidad.
El autoconocimiento es posible gracias al “querer”, que viene expresado por la motivación y la flexibilidad mental. Son habilidades necesarias para el autoconocimiento y para el cambio.
Cambia las creencias que te limitan
Una vez que comienzas el camino del autoconocimiento, uno de los retos que te vas a encontrar es el cambio de las creencias que te limitan.
Las creencias son ideas profundas acerca de ti mismo/a o de cómo funciona tu vida, las relaciones con los demás y el mundo. Estas creencias te pueden limitar o te pueden potenciar.
Las creencias son importantes porque determinan tus valores. Un valor es el significado que se da a una palabra y por el cual se dirige la conducta. Los valores, por lo general, están basados en creencias. Por ejemplo, si yo pienso que la salud es cuestión de suerte, eso me lleva quizá a no cuidarme lo suficiente.
Atiende a lo que experimentas en el presente
La culpa por el pasado y el miedo al futuro bloquean tu presente.
Lo único que tienes ahora es tu momento presente. Es una pena que lo pierdas por estar enredado/a en lo que pudiste haber hecho diferente en el pasado. Como bien sabes, el pasado es imposible de cambiar. Sí puedes aprender de lo vivido, pero nunca podrás cambiar lo que sucedió.
Lo mismo pasa con el futuro. Esperas que la realidad se corresponda con la construcción mental que has creado pero, en muchas ocasiones, las expectativas creadas se alejan de la realidad y te encuentras de lleno con la frustración. Cuando lo que esperabas no encaja con lo que ocurre, aparece el sufrimiento.
Si eres capaz de liberarte de las expectativas y de querer cambiar el pasado, podrás estar atento/a al presente y experimentar lo que sucede.
Para estar en el presente, siente tu respiración. Tu respiración es la conexión más directa con tu presente.
Confía
Para ser una persona resiliente es necesario confiar. Una vez hayas puesto los medios necesarios para avanzar, solo queda confíar. Confía en ti y confía en la vida.
Y recuerda que tu plan para ser una persona resiliente no es un proceso lineal. Habrá muchos momentos de satisfacción y plenitud y también habrá momentos de miedo. Confía en el proceso.