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Falsas creencias sobre la expresión oral infantil

Mi hijo/a habla mal porque es vaga/o para hablar, pero lo entiende todo

Esta es una frase recurrente por parte de padres que acuden a consulta de logopedia tras haber detectado dificultades en la expresión oral de sus hijos/as a temprana edad.

¿Qué hay de cierto detrás de estas creencias?

Es «vaga/o para hablar»

Según la RAE, vaga/o es significa:

Persona que tiene poca disposición para hacer algo que requiere esfuerzo.

Si afirmamos que un niño es “vago para hablar” estamos asumiendo que el hecho de hablar supone un aprendizaje consciente que requiere un esfuerzo que no está dispuesto a asumir. Y precisamente aquí está la clave de la cuestión: la adquisición del lenguaje en los primeros años de vida no consiste en un aprendizaje consciente. Si la adquisición del lenguaje no requiere de trabajo consciente, no puede haber “vagos para hablar”.

Si has aprendido algún idioma extranjero en la edad adulta, seguramente habrás experimentado la impotencia de no conseguir una pronunciación correcta de ese idioma. ¿Acaso eres un vago que no se esfuerza lo suficiente en pronunciar bien? No, lo que ocurre es que tu cerebro ya no tiene la misma capacidad para procesar auditivamente los estímulos y organizar patrones articulatorios precisos que reproduzcan el habla del entorno. Esa capacidad la tuviste en tus primeros años de vida, y te sirvió para adquirir tu lengua materna, pero ahora en la edad adulta, esa capacidad cerebral ha disminuido notoriamente. Por tanto, no eres vago, es que tu cerebro no funciona igual que funcionaba en tus primeros años de vida.

Ahora pensemos en un niño que se encuentra en sus primeros años de vida. Asumimos que debería tener la capacidad para adquirir el lenguaje de manera espontánea valiéndose de los estímulos verbales del entorno. Sin embargo, encontramos que tiene serias dificultades en la expresión oral: no es el niño quien aprende a hablar, es su cerebro.

Si un niño no habla, o habla mal, es porque no puede hacerlo mejor en ese momento, no porque no quiera.

Por eso, el hecho de pedirle que repita palabras, o chantajearle con no darle lo que quiere hasta que no pronuncie bien esa palabra, no es más que una manera de mostrarle la decepción que sentimos por su habla incorrecta, lo cual traerá como consecuencia menos iniciativas verbales por su parte, ya que entenderá que su habla a nosotros nos produce rechazo.

Mi hijo/a no habla o habla mal… pero lo entiende todo

Tal vez sea así, pero antes de nada, deberíamos plantearnos la duda: ¿estás seguro de que lo entiende todo? Una cosa es “entender las intenciones” y otra cosa es “entender el lenguaje”. Nuestro cerebro, para comprender, no usa solo los elementos del lenguaje, sino también el contexto, la lógica, los gestos y expresión facial del que nos habla. Por eso, a veces los niños nos dan la impresión de que entienden mucho más de lo que procesan realmente a partir del lenguaje.

Piensa en el ejemplo de un perro que ha hecho de las suyas: cuando el dueño no estaba en casa, ha aprovechado para morder los cojines del sofá, convirtiendo el salón en un festival de plumas. Inmediatamente, al entrar el dueño en la estancia y ver aquello, se dirige muy enfadado hacia el perro y le grita agitando los cojines en la mano: “¿Pero qué ha pasado aquí? ¿Qué es todo esto, Tobby? Has sido tú, ¿verdad? ¿Por qué has hecho esto? Te lo has pasado bien, ¿eh?”.  El perro, se queda cabizbajo con las orejas gachas en un rincón. Da la impresión de que entiende lo que dice su dueño, pero en realidad lo que está entendiendo es el contexto. En efecto, las gesticulaciones del dueño, su volumen de voz elevado, le dan la pista a Tobby de que su dueño está molesto, pero eso no significa que Tobby esté entendiendo las palabras y las preguntas que le están haciendo. Algo similar podríamos aplicar en el caso de algunos niños: por el hecho de que tu hijo/a entienda bien las situaciones y las intenciones de los demás, no significa que esté comprendiendo el lenguaje.

De hecho, muchos niños con problemas de comprensión verbal suelen desarrollar estrategias muy eficaces para compensarlas, sobre todo si son inteligentes y socialmente activos. Por eso, el primer paso antes de intervenir en la expresión oral, es asegurarnos de que realmente el niño entiende el lenguaje, y no solo las intenciones o el contexto.

Por lo tanto, si detectas dificultades en la expresión oral de tu hijo/a, es conveniente consultar con un logopeda que pueda analizar en qué consisten esas dificultades y proporcionar herramientas para su mejoría, antes de caer en pensamientos equivocados que podrían empeorar la evolución del desarrollo del lenguaje de tu hijo/a.